Un camino al descubierto donde menos lo imaginas

"A partir del lunes quiero que te encargues tú de formar a los becarios que entran en la empresa". Creo que con esta frase empezó a trazarse un camino orientado hacia la docencia particular e interna en empresa, allá por el año 2003. Cierto es que había hecho mis pinitos unos pocos años antes con alguna actividad extraescolar a niños de 6-7 años, pero con ellos el mejor método era usar un juego y ahora se presentaba otro reto: enseñar a estudiantes de diseño cómo hacías tu trabajo de diseño gráfico y web y cómo había que plantear un proyecto.
Porque una cosa era diseñar y otra muy distinta enseñar a hacerlo. ¿Lo haría bien? ¿Aprenderán lo que necesitan? ¿Sabré explicarme? ¿Sabré hacerme entender? Dudas que iban y venían y que tuve que hacer frente durante unos días previos a comenzar las clases. Había otros diseñadores en el departamento, y que a mi criterio podían enseñar mucho y bien, pero mi jefe fue quien tomó la decisión (y el resto de diseñadores estuvo de acuerdo) y a día de hoy tengo que agradecerle que me encomendara tal misión.

Sí, tenía internet al alcance de mi mano (la suerte de trabajar en una empresa de servicios de internet) y pude dedicarle tiempo a indagar cómo impartir clases, además de preguntar a amigos que se dedicaban a dar clases particulares. Descubrí todo un mundo, me preparé un guión según materia, ensayé mi forma de hablar, de tratar... me agobié un poco, la verdad. Entonces, hablando con una compañera de otro departamento, con experiencia en docendia, me dijo: "todo eso está muy bien y es muy útil, pero no te olvides de algo. No te olvides de ser tú misma".
Creo que esa fue la clave para quitarme mis miedos y lanzarme a la piscina. Reorganicé mis apuntes y decidí que lo mejor que podía hacer era explicar como si lo estuviera haciendo para mi yo estudiante de diseño gráfico unos años antes. ¡Y funcionó!. Los alumnos que vinieron, durante los 3 meses de duración del convenio, quedaron satisfechos y yo feliz de haber contribuido a que aprobaran sus prácticas, pero sobretodo de ser capaz de inclucarles unas bases que desconocían.
A partir de ahí me salieron algunas ofertas, de forma externa, por recomendación de compañeros y de mi jefe, para estudiantes de diseño y profesionales de empresas de eventos y publicidad. Fue cuando me planteé el tener algo más y realizar un curso de formador que me recomendaron otros compañeros de empresa, a los que estoy muy agradecida.

Por otra parte, mi afición a los cómics y el manga me llevó a que me buscaran a que les enseñara a algunos interesados a dibujar cómics, algo que realizaba en mis años de estudiante como pasatiempo. Volvieron mis miedos, y entonces recordé la frase de mi compañera del trabajo. Gracias a lo que aprendí y me enseñaron el camino empezó a ser mucho más definido e hizo que me planteara seguirlo, sin prisa, pero segura en cada paso.

Mi trabajo y mi afición, ambas cosas me ayudaron a decubrir una posibilidad que nunca me había planteado y que me gusta: transmitir a otros lo que yo sé y que se diviertan con ello.